miércoles, 13 de agosto de 2008

Un libro para leer en verano, aunque creo que sería mejor para el otoño, o para el invierno, aunque creo que yo lo leí en primavera...
















La educación sentimental (Gustave Flaubert)


Hay un libro que, de alguna manera, estuvo presente en un momento muy importante de mi vida...

Siempre que se habla en estos términos: un libro especial, un libro que has leído de manera muy particular, te pones una trampa en la que sería fácil caer: contar algo personal. Y lo personal, por concreto, puede ser lo más aburrido del mundo...¡Cuántas muestras hay en las artes de ahora mismo que sólo, y exclusivamente, cuentan cosas personalísimas, y que aburren muchísimo porque no pueden llegar a nadie más que al autor...!!!

Aún así, comprendo que lo aburrido, a veces, pueda ser lo más elegante, incluso lo más chic, porque siempre da a entender, como aconsejaba Baudelaire, que uno sabe de todo eso que le están contando, y que nada, además, tiene alguna solución. Mostrar que las cosas no tienen solución alguna es como mostrar que se está de vuelta, que se está en un territorio ya pisado anteriormente, y que uno se siente seguro en todas las circunstancias...

Nada más lejos de este libro...

Nada más lejos, tampoco, de mi intención (aburrirles)...Tengo entendido que el aburrimiento conduce a la apatía...,y a mí, lo único que me gustaría contagiarles es pasión por este libro que me resulta especialmente elocuente por lo anticipatorio...

Cuidado, eso sí, con la pasión.
Cuando se habla de este libro, lo primero que debería ser prudente y mesurado es, precisamente, la pasión...

Las pasiones, los sentimientos, son los grandes temas del libro: el amor y la ambición, son los ejes que disponen el mapa del libro...

El primer título que Flaubert pensó para el libro fue “La educación sentimental. Historia de un joven”.


Les cuento la historia que novela este libro, esta historia de un joven, y no crean que les desvelo nada, en absoluto les destrozo la novela al contársela:
-Frédéric...Frédéric Moreau, un joven que estudia Derecho en el París de 1840, conoce a Mme Arnoux, esposa de un editor y vendedor de arte. Frédéric se enamora de ella.
Frédéric intenta introducirse en la sociedad parisina y conoce a una serie de personajes que le devuelven, como en un espejo, sus veleidades literarias, artísticas y mundanas, sin conseguir ni demasiado entusiamo, ni demasiadas preocupaciones...
Desencantado, y consciente de su ruina económica, vuelve a Nogent, donde vive su madre, y donde le espera una joven que se enamorará de él, y que con él querrá casarse.
Una herencia inesperada le permite volver a París.Vuelve a ver a Mme Arnoux, y aunque su amor por ella continúa, se siente decepcionado y se entrega a Rosanette, una prostituta la cual nombraremos sólo con una R y que es amante de Mr Arnoux.
Frédéric se siente indeciso, perdido entre R y la lujuria, Mme Arnoux y la seducción, y Mme Dambreuse (esposa de un banquero acomodado) y sus ambiciones sociales...
La historia continúa con las indecisiones y tribulaciones de Frédéric, que en un arrebato (no demasiado arrebatado) pone fin a sus contactos con R, no sin pasar por algunos sucesos dolorosos ; rechaza las proposiciones de matrimonio de Mme Dambreuse ( que ya en este momento de la historia es viuda); y espera en vano a Mme Arnoux que le concede una cita (¡por fin!!!) el día 22 de febrero de 1848, un día en el que París está metido en la primera gran batalla entre la burguesía y el proletariado (¡vaya diita que elige Mme Arnoux para conceder una cita y no aparecer!)...

Frédéric vive las primeras grandes manifestaciones obreras sumido en su amor no correspondido...Vive las primeras grandes revoluciones obreras europeas metido en un inmenso deseo que queda flotando en el aire...

Frédéric regresa a Nogent con intenciones de casarse con aquella chica que se había enamorado de él, pero la encontrará casada con uno de sus compañeros de andanzas, Deslauriers.
Pasan 15 años y Frédéric se verá con Mme Arnoux. Se confiesan su amor y se separan para siempre...
La historia acaba con Deslauriers y Frédéric haciendo balance de su vida y entregándose mutuamente el mejor recuerdo que poseen: siendo muy jóvenes visitaron un burdel del que Frédéric, espantado ante una oferta sexual tan clara, huye azorado, nervioso, y con el dinero; y Deslauriers tendrá que abandonarlo por no tener para pagar...


Deseo suspendido en el aire...

Esta es la historia...Nada más...




Un momento..., el año en el que se publica La Educación Sentimental, 1869, ocurren también, otras “cosillas”:





1-Mendeleiev publica la ley periódica de los elementos.

La química nos recuerda constantemente que todo el universo, incluídos nosotros, está elaborado con muy pocos elementos mezclados en proporciones diferentes: toda la materia se rige por las mismas leyes.







2-Maxwell publica la teoría electromagnética de la luz.

La luz investigada, puesta a la luz de la razón, ese elemento, el que nos desvela la realidad, y nos la va transformando en apareceres diferentes...






3-Comienza a funcionar el ferrocarril de la Union Pacific.


Y la cultura quedará basada en un contínuo acontecimiento frenético, en la velocidad entre la cual desaparecemos...





4-Y, por añadir algo más, comienza a funcionar el canal de Suez...

Y todos los mundos por medio de los grandes mares quedarán comunicados para convertirse en uno ("One world, one dream", como dicen en Pekín 2008); y, además, nosotros somos los que creamos ese mundo...




Y, creo, que para las artes comienza a funcionar una forma de ver el mundo, una visión, que, para mí, claro está, fue inaugurada por La Educación Sentimental...

Una visión microscópica y macroscópica de la realidad (como ocurría en la ciencia del momento), un deseo inmenso de mirar lo real sin espanto.

Repito: un inmenso deseo de mirar lo real sin espanto.

Inauguramos con La Educación Sentimental, al menos yo, una visión real y sin espantos, ni aspavientos, de la realidad, lo cual es una novedad absoluta en las artes...

Flaubert acerca un microscopio a la realidad...Se documenta sin desmayo, observa, anota detalles y encarga investigaciones sin tregua. Se toma 5 años de trabajo para realizar la historia de Frédéric....
Y creo que esto tiene que ver con varias cosas, porque por lo que les he contado, la historia del joven no es ni demasiado compleja, ni ocurre en ningún lugar extraño, ni tiene personajes que no sean humanos, a lo mejor, son demasiado humanos, eso, sí, para que Flaubert necesite las 700 y pico páginas de la edición original..., y para semejante volumen, deben pasar algunas cosas...

Creo que la primera cosa con la que tiene que ver es que Flaubert acerca un microscopio a la realidad...La realidad aparece en la novela, no desnuda, lo cual sería otra consecuencia más del Idealismo (y, claro, del Romanticismo..., le roman), pero a la inversa. La realidad aparece, sólo aparece en todo su detalle...
La realidad aparece sin asustar, sin insultar ni espantar...,la realidad, y lo que puede haber en ella de dolor, se asumen al modo del objeto, con la distancia del moribundo escéptico que sonríe socarronamente al sacerdote cuando le ofrece la comunión, y la toma, agradecido.



Y así, de esta manera, Flaubert acaba con 400 años de perspectiva, de “ilusionismo”, la gran reina de las artes. Es decir, Flaubert ha estado 5 años trabajando para poder escribir sobre algo que no se había descrito antes: la realidad como aparece, y los personajes como parte de esa realidad.





Creo que la segunda cosa con la que tienen que ver esos 5 años de trabajo es que Flaubert necesita todo ese tiempo para hablarnos de algo que no estaba descrito...

...Lo que no estaba descrito es..., es el fracaso como constitutivo de la vida. Esto sí que le cuesta admitirlo a una sociedad erigida sobre el triunfo, necesariamente, y a una educación sostenida en el progreso, inexorablemente...

Pero,¿cómo admitir el fracaso como algo ineludible, como algo que forma parte del juego de vivir?
Permítanme una anécdota personal de ayer mismo..., me decía mi dentista: “la vida es declive”...Uno, que siempre piensa en los dentistas como máquinas de hacer pasta, con todos mis respetos, y que su “progreso” lo suponemos como poco menos que infinito...(Ya lo cantó María Jiménez:”tú que te mereces un príncipe o un dentista”...). Y resulta que le vienen con que todo es declive, y es que...,está claro, hay un fracaso irremediable y hermoso dentro del propio vivir humano, una separación irremediable entre la palabra y la cosa, entre lo soñado y lo que ocurre, pero, y cito de memoria: “no seamos rácanos, señores, que uno es más auténtico -y yo diría que más feliz - mientras más se acerca a lo que ha soñado de uno mismo”;pero eso sí, aceptando la distancia con el sueño como el autor acepta la distancia con sus personajes, y acepta sus fracasos en la puesta en escena, y acepta que no sea igual la realidad al pensamiento..., y menos mal!!!! (Pregunten con güija a Michael Jackson que les aclare lo que quiero decir con " y menos mal!!!").
Flaubert nos ofrece la gran lección para jóvenes ( o eso, pudiera ser, pretendía él con su novela): aceptar el fracaso sin dramatismos, sin exageraciones, porque forma parte del vivir.
De aquí concluyo que Flaubert quisiera llamar a la novela “Historia de un joven”, porque es una novela para formar a jóvenes en la admisión del fracaso, pero,y lo repito, sin dramas.


Comentan que Diógenes, un cínico, allá por el siglo IV antes de la Pasión de Mel Gibson, perdón, de la Pasión de Cristo, estaba en cierta ocasión pidiendo limosna a una estatua. Preguntado por qué lo hacía, contestó: -Me ejercito en fracasar.
Creo que no hay resumen mejor para La Educación Sentimental...Y no es que el fin sea fracasar, sino saber admitir los fracasos, pretendiendo absolutamente lo contario...

Bien, y para terminar, creo que hay otra cosa con la que tienen que ver esos 5 años de trabajo y esas 700 y pico páginas, y me gustaría poder mencionarla sin dejar el estilo irónico y sarcástico de Diógenes el cínico.

Flaubert quiere expresar la nada por medio del estilo, que, en sí mismo, es nada.

Repito: Flaubert quiere hablar de la nada con la música de las palabras, que son, en sí mismas, nada, sólo futuro...

Cuentan que Flaubert, cada vez que acababa un pequeño escrito lo leía en voz alta para ver cómo sonaba, he dicho bien, para ver, sentir cerca...Quería comprobar si el ritmo, las palabras y silencios materializaban lo que la realidad es en sí misma: sólo música, sólo estilo, sólo algo que aparece...,y que llega por los sentidos...,sólo poesía...



Y la poesía es la música de las palabras...La música que entra como sensación, como primer enlace con la realidad...

Si la obra no llega por los sentidos, algo está fallando...Esta debía de ser una de las máximas de Flaubert al construir, al crear, aunque él no se sintiera demasiado creador, más bien descriptor o algo así...
Si la obra no derrama música, algo liviano, las claves del universo, porque todos sentimos con los sonidos demasiado graves o demasiado agudos, algo similar...,la obra, entonces, está fallando...
Y contemplar la música del mundo es sostenerse únicamente sobre algo tan frágil como el estilo...

Y eso, ha de producir una sonrisa, una sonrisa que admita la muerte como fracaso de la vida; que admita el pesar como fracaso de la alegría; que admita, en fin, la nada o el vacío como aquello que hace mover la tabla de surf...,el vacío permite el movimiento...,y el movimiento en la nada es la ley de la vida...

Pero, no nos pongamos trágicos...


Creo que Flaubert inaugura una cierta mirada “POP” sobre la realidad, sé que es un atrevimiento, pero quiero decir, sobre todo, que Flaubert inaugura muchos de los grandes temas que luego las artes desarrollarán en el siglo XX y siglo XXI después de la Pasión de Mel Gibson, perdón, de la Pasión de Cristo...

Y creo, que esa mirada la tiene , la pilla Flaubert, porque en La Educación sentimental muestra...

-Una realidad sin espanto, muy chic, muy sometida a las leyes de lo observable, y, por tanto, a lo científico...
-A sus personajes en medio de indecisiones, de tribulaciones, sin ninguna referencia absoluta que les sirva de apoyo...
-Personajes envueltos en la máscara de la acción sin sentido...
-La realidad sostenida sobre una delicada música que es el estilo, la arquitectura de la nada...


¿Y hay algo más pop que la apariencia , la realidad sin espantos, la falta de referencias absolutas, las indecisiones morales, la acción sin sentido, o querer estar siempre recubierto por la máscara del estilo?



Y, en fin, les dejo con este material tan POP que está a la venta en páginas de internet, en donde se preguntan : ¿tienes a Flaubert?, ¿Lo pillas?, ¿Pillas, o, entiendes a Flaubert?....¿Y Flaubert, qué?

-Gracias a:

-Flaubert, por toda su obra.

-El prólogo de Miquel Salabert en FLAUBERT, Gustave (1981), La educación sentimental , Alianza Editorial, Madrid.

-BOURDIEU, Pierre (2002), Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario, Anagrama, Barcelona.

-DE AZÚA, Félix (2002), Diccionario de las Artes, Anagrama, Barcelona.

-María Jiménez y La Cabra Mecánica.

-El monólogo de La Agrado en "Todo sobre mi madre" de Pedro Almodóvar.

-Y las diversas fotos (la de los objetos con la inscripción GOT FLAUBERT?, la del ferrocarril de la Union Pacific, los diferentes retratos y la firma de Flaubert, la tabla peródica de los elementos, el esquema sobre la teoría electromagnética y la foto aérea del Canal de Suez) recogidas por este medio y de las que he perdido su URL, lo siento, no volverá a pasar...

martes, 5 de agosto de 2008

Las artes de ahora mismo

“De lo que existe, ya no es necesario hablar” (1)


Si podemos hablar sobre algo y encerrarlo entre los límites de las letras y espacios que forman el lenguaje, asistimos a su cese (muerte no, por favor).
Hablemos, pues, de lo que aún no existe.
Esta es la exigencia que le planteamos al arte contemporáneo, o, mejor dicho, a las artes de ahora mismo, en ESTE PRECISO INSTANTE: reflejar sólo la vida, y, además, la vida viva. No nos basta sólo con el concepto...
Creemos que la gramática que anima a las artes es tan distinta de la de los lenguajes convencionales que esperamos encontrar en ellas fórmulas sobre lo que más nos interesa de la vida: lo vivo (misterio no, por favor).
Y es posible, que las artes actuales estén en ese puente finísimo entre lo vivo y lo muerto, y, por eso mismo, representen perfectamente lo que está en proceso, lo que no está acabado, lo que se muestra en ciernes y que nos necesita para completarse.(2)
Y es posible, también, que les exijamos soluciones terapéuticas que nos acerquen a la comprensión de lo caótico, de lo sorprendente y que nos curen de la polifobia que vivimos en la actualidad: “tenemos miedo de todo – de las ondas de telefonía móvil, de lo que comemos, de lo que bebemos, etc-, y ya no aceptamos los accidentes, ya no el suceso en sí, sino ni siquiera la idea misma. El accidente se ha convertido en un escándalo, una obscenidad, un crimen. Es una época de riesgo cero, de protección total de las vidas y de la salud, una época que impulsa a la gente a exigir una prudencia preventiva que en la actualidad denominamos “principio de precaución” “.(3)
Podemos seguir exigiendo una vida aclarada (remojada y lavada previamente), pero lo que queremos encontrar es vida, no lo olvidemos. La vida que interesa a las artes de ahora mismo, no es la del “misterio”, la “inexplicable”, la “inefable”... No nos gustaría caer en la cursilería de afirmar que el arte proclama la derrota del saber (4). La vida que interesa a las artes de ahora mismo está compuesta de condicionantes estudiados, de leyes investigadas, de parámetros discutibles, de microelementos definidos y redefinidos, de macroelementos que la influyen, de épocas que la producen, en fin , que la vida es “una cosa más”...
Y las artes de ahora mismo se presentan como “una cosa más”, y eso, no hay quien lo aguante, porque se gana más dinero con el misterio que con la claridad. A lo peor este es uno de los problemas.
Desde luego, hacer arte ahora mismo, una vez que hemos asistido a la muerte de las trascendencias, no es algo que el público perdone fácilmente a los artistas. El público delante de estas obras, de estas ”oraciones sin Dios” (5), se siente estafado. A lo peor este es otro de los problemas.
Pero, es que no tener una única referencia tasada y avalada como verdadera (es decir, cualquier Dios que reúna alrededor muchas voluntades con deseo de afirmarlo), no es igual a abandonar la investigación; es igual a querer saber aún más...Meterse de lleno en ese terreno que no existe, y del que es necesario hablar (os remito a la cita de inicio).
Metidos en lo que no existe, y creyendo que es necesario hablar de ello nos encontramos a las artes de ahora mismo, llenas de vida y de preguntas.
¿Preguntas?
La palabra castellana cuestión deriva de la latina quaestio, que significa al mismo tiempo pregunta y tortura.
Lo único que las artes hacen es devolvernos las preguntas, meternos en ellas...De ahí la incomodidad de las artes de ahora mismo; de ahí que no quieran hablar de lo que ya tiene una existencia sostenida en un concepto mental delimitado. De ahí también, curiosamente, su creciente popularidad...
¿Se han dado cuenta? Cada ciudad que se considera a ella misma mínimamente importante, luce con verdadero orgullo un museo dedicado a estas artes.
¿Para qué?
Para poder tener un sitio en donde los “ciudadanos” (habitantes de la ciudad: ensimismados, sin lazos sociales demasiado vinculantes, hiperindividualistas, ajenos a la “vida” de los otros) se “alivien”, desplacen sus preguntas ( o torturas) por un momento y las coloquen como si provinieran de ciertas representaciones que, pasados unos minutos, les resultarán incómodas.
Las artes toman el papel de hacer existir lo que aún no está formulado (magia no, por favor).
Toman el papel de hablar de lo necesario, es decir, de lo que aún no existe.
Y así les va, “de estupendamente”...


(1) Cita aparecida en Le Monde, 19 de septiembre de 1987,citado por Guy Debord en “Comentarios sobre la sociedad del espectáculo”, Anagrama , Barcelona, 2003, pág. 17.
(2) De Azúa, Félix; “Diccionario de las Artes”, Anagrama, Barcelona, 2002, pp. 213 y ss.
(3) Lipovetsky, Gilles; “Metamorfosis de la cultura liberal”, Anagrama , Barcelona, 2002, pág. 75.
(4) Bourdieu, Pierre; “Las reglas del arte”, Anagrama, Barcelona, 2002, pág. 11.
(5) De Azúa, op. cit., pp. 50 y ss.